Generación Z y el sombrero de paja: un símbolo global que desafía al poder en México

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Por Staff | NoticiasPC.com.mx |

CDMX.-  A las once de la mañana, una marea juvenil avanzó desde el Ángel de la Independencia hacia el Zócalo capitalino. Portan banderas con la calavera de sombrero de paja del anime One Piece, moños negros y cartulinas que condensan un mismo reclamo: seguridad, empleo y la exigencia de revocación de mandato para la presidenta Claudia Sheinbaum.
La movilización se produce mientras el gobierno instala vallas de tres metros alrededor del corazón político del país y difunde un informe de 47 páginas que atribuye la convocatoria a “bots”, publicidad pagada y coordinación opositora. En redes, en contraste, domina la frase presidencial convertida en meme: “Ni a chavorrucos llegan”.

Lo que el oficialismo intenta reducir a una anécdota generacional se configura como la primera crisis de legitimidad juvenil para el gobierno. La protesta surge en un país donde viven 37 millones de personas entre 13 y 28 años; 61% de ellas se siente desprotegida por la violencia, 43% percibe aumento en la corrupción del último sexenio y cerca del 28% está desempleada o subempleada. El video del asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, difundido primero en TikTok, fue el detonante. Los organizadores lo describen como “el hartazgo que ya no cabe en un celular”.

DE SÍMBOLO DE FICCIÓN A EMBLEMA POLÍTICO: EL ORIGEN INTERNACIONAL DEL MOVIMIENTO

La bandera del sombrero de paja no es un gesto improvisado ni exclusivo de México. Nació en el sudeste asiático como metáfora visual de desobediencia juvenil. En Indonesia, durante el verano de 2025, artistas y estudiantes comenzaron a desplegar la “Jolly Roger” de One Piece como crítica a reformas consideradas regresivas y a una corrupción percibida como estructural. La imagen —una calavera sonriente con un sombrero de paja— se volvió un punto de encuentro entre colectivos que rara vez habían compartido agenda: ilustradores, organizaciones estudiantiles y grupos cívicos.

Desde Yakarta, la iconografía se propagó a Nepal, donde jóvenes denunciaron censura digital, abusos de autoridad y prácticas de nepotismo. La bandera fue visible en manifestaciones masivas que desbordaron a las autoridades y colocaron a la Generación Z en el centro de la conversación política. Perú replicó el fenómeno meses después, con marchas que dejaron decenas de heridos y consolidaron al sombrero de paja como señal universal de resistencia contra gobiernos percibidos como opacos. La expansión del símbolo hacia Filipinas, Madagascar, Francia y otros países europeizados por el anime consolidó su condición de lenguaje político transnacional.

La incorporación del emblema en México opera bajo la misma lógica: un signo cultural que la Generación Z convirtió en identidad colectiva. Entre los convocantes, su valor es claro: una bandera que no pertenece a ningún partido y que, sin embargo, comunica desconfianza ante la élite política, rechazo a la corrupción y la aspiración de un horizonte más justo.

JUVENTUD, PROTESTA Y UN GOBIERNO A LA DEFENSIVA

El gobierno federal reaccionó con una estrategia de contención más cercana al descrédito que al diálogo. En la conferencia del 12 de noviembre, la presidenta ironizó sobre los convocantes al señalar que “ni a chavorrucos llegan”, insinuando que detrás de la marcha operan personajes mayores como Vicente Fox, Claudio X. González o Ricardo Salinas Pliego. Al día siguiente, el equipo de Infodemia Mx presentó un análisis que adjudica parte del impulso digital a 179 cuentas falsas en TikTok, 359 grupos de Facebook y un flujo de interacciones desde Argentina, Colombia y España, con un costo estimado superior a los 90 millones de pesos en publicidad.

Adán Augusto López, coordinador de Morena en el Senado, afirmó que la movilización es financiada por empresarios opositores; Sheinbaum justificó las vallas mencionando la coincidencia con actividades de la CNTE, insinuando un riesgo de infiltración radical. El discurso oficial insiste en que la marcha es una maniobra de “golpe blando” alentada por la derecha internacional.

Pero la narrativa gubernamental contrasta con el pulso estadístico de la propia juventud: 69% de la Generación Z desaprueba la estrategia de seguridad; 43% percibe un alza en la corrupción; 59.5% trabaja en la informalidad. La brecha de percepción crece, incluso pese a que la presidenta inició su mandato con una aprobación general de 73%, pero apenas 66% entre jóvenes.

Mientras las acusaciones cruzadas suben de tono, miles de jóvenes que crecieron bajo la 4T marchan por primera vez fuera de las estructuras oficialistas. No solicitan programas sociales. Reclaman Estado de derecho y un gobierno que escuche una señal que dejaron clara desde Asia hasta América Latina: una calavera con sombrero de paja, convertida hoy en uno de los símbolos políticos más potentes de su generación.

Con información de agencias.

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